Ya

Entro en lo seguro,
todo es recto y fiable, asciende el pájaro
al techo de su jaula
y dan las flores su esperado aroma,
no el que ellas quieren.
Es delicioso abandonarse (y triste)
en los brazos sin luz de la memoria.
Dañan los altavoces, quema
el jardín seco del cerebro. Hastío.
Así el día entero, la sangre
domesticada, el sexo inerte,
el tiempo exacto, la desidia,
los sueños que se heredan, los espejos esclavos,
las hojas de los árboles de otoño
con su costumbre de color caído.

De pronto, desde el lecho, oigo
por la ventana abierta lo que salva:
la música de curvas del borracho.

(1996)