Siete de abril

¿Es fiesta hoy? ¿Qué santo se celebra,
qué batalla, qué blanco aniversario?
Estas campanas ¿a qué gloria tocan,
de qué evocada anunciación dependen?
Pregunto al guardia viejo de mi barrio,
al profesor adjunto de mi barrio,
al médico de partos de mi barrio,
al marqués con marquesa de mi barrio,
pregunto, piensan y me dicen: “No,
hoy no es nada, tan sólo un día más,
ni domingo siquiera”. Miro en torno,
bebo la luz del cántaro celeste,
con mis dedos desgarro brisas, tapo
lejanos y absolutos tordos de oro,
saludo a todas las mujeres malas
quitándome costumbres y sombreros,
estoy donde no estoy, me ilimito
como un dios refulgente que se engríe
y llueve y suena amor por los rincones.
Niñas alegres en columpios saltan,
canta un gallo a destiempo, vuela y sesga
la abeja entre ternuras de claveles,
vibra el mundo, vibrante caja. Y salen
hembras medio desnudas a la puerta,
salen machos con sueño y con lujuria.
Me miran asombrados, renacidos.
Me preguntan: “¿Qué fiesta es hoy, qué santo,
qué conmemoración de libertad?
Dinos, hermano, el lecho hemos dejado
por saberlo, y la carne que nos urge”.
Y yo contesto que es siete de abril,
un día sin historia, un día más
según el guardia, el profesor adjunto,
el médico de partos y el marqués
que viven, que se mueren en mi barrio.