Piñata

A ciegas quiero darle con el palo
al tesoro en su aire (los tesoros
verdaderos no están bajo la tierra),
entre empujones, gritos de los niños
que me orientan en falso y que se ríen
de mi inhabilidad. Como no veo,
huelo más y mejor, y bien distingo
cada azucena, cada rosa, cada
jazmín del arriate. Esquiva y fértil
isla flotando en el azul del cielo,
mía tienes que ser. Y mía eres.
Oigo el gemido de tu rompimiento
y sobre mí como bautismo cae
la lluvia de color de tus regalos.

Hoy aprendí, felicidad, que a ti
sólo se llega desde las tinieblas.
Desde el azar. Y desde lo que hiere.