La confusión de los nombres

Mi inscripción en el censo electoral de residentes que viven en el extranjero corresponde a Madrid. Como mi mujer. Como mis hijos, nacidos en Madrid y  ahora desperdigados por Estados Unidos. No iba yo a ser la oveja negra de la familia inscribiéndome en otra parte. Con qué alegría esperábamos mi mujer y yo las papeletas para votar en las elecciones del 14 de marzo.

Llegaron los documentos. Dios bendito, vaya bosque de nombres, ¿a quién votar para el Congreso? Aquí los candidatos del Partido Popular, encabezados por Rajoy, y los del Partido Socialista Obrero Español por Rodríguez Zapatero. Después, veintiséis listas. De Falange, tres: Falange Española de las Jons, La Falange, y Falange Auténtica. Y el Partido Carlista. ¿Hemos retrocedido más de sesenta años? Y el enigmático Partido Mutuo Apoyo Romántico. Y el Partido Familia y Vida. Y España 2000. Y Ciudadanos en Blanco. Y el Partido de los Autónomos Jubilados y Viudas, en cuya lista hay sólo seis nombres de mujer. Cuando vinieron los papeles yo me encontraba recién operado de la cadera, y tanto nombre añadía considerable mareo al otro que hubo que borrar con varias transfusiones de sangre. Entre los candidatos al Senado veo el Partido de la Asociación de Viudas y Esposas Legales, y esta maravilla, Ciudadanos Agobiados y Cabreados. Los nombres de otros partidos aluden a la naturaleza, la democracia, el maltrato animal, lo humanista, etc. etc. Por nombres que no quede.

Marcados estamos por el rito de la confusión de los nombres. Cuando ocurrieron los  atentados del 11 de marzo, escuché en la televisión americana protestar a Ana Palacio porque algunos medios calificaban a Eta de grupo independentista en lugar de terrorista. Y con razón protestaba. La salvajada del 11 de marzo ¿no tiene nombre?, pero lo debe de tener. ¿Eta? ¿Al Qaeda? Al parecer, los esfuerzos del gobierno de Aznar por desviar la atención hacia Eta ocasionaron el efecto contrario, y el Partido Popular fue menos popular. El triunfo del Partido Socialista ha tenido en Estados Unidos enorme repercusión. Artículos de periódico leo que ponen a los españoles de cobardes y alentadores del terrorismo; votar a los socialistas –dicen- invita a una nueva demostración de barbarie. Otros avisan al gobierno americano, ¡cuidado con las próximas elecciones de noviembre, Bush, te pasarán factura! La coincidencia de un mismo día 11 señala, aparte de otros rastros, a Al Qaeda. Da también qué pensar el hecho de que exactamente el 11 de marzo del año pasado se creara en La Haya el Tribunal Penal Internacional para juzgar las denuncias de genocidio y crímenes contra la humanidad. Todo muy calculado.

Desviar la atención hacia otros nombres es tan malo como apropiarse de los ajenos. Podría poner muchos ejemplos, pero bastará con dos. El primero, pasando de lo político a lo religioso (esferas no siempre bien delimitadas), me lo suministra el escándalo organizado por la película de Mel Gibson sobre la Pasión de Cristo. Esta palabra, Pasión, no convence a ciertas sensibilidades y más en un país como Estados Unidos donde la Semana Santa se celebra muy poco, lo que importa es la Resurrección, tanta sangre mostrada se considera de pésimo gusto. Contra todo pronóstico, la película está dando un dineral a Gibson porque la gente se ha enterado de que Cristo no disfrutó de una alegre juerga familiar antes de morir. La protesta de muchos judíos ha sido fuerte; según ellos, la finalidad de la película es atacar a su raza. Cambio, pues, de nombre y de intención: los judíos, no Cristo, son los protagonistas. Mel Gibson, por su parte, no esconde su antipatía a la Iglesia posconciliar. Nuevo cambio de nombre: su Iglesia es otra, en latín y arameo, y absolutamente carca.

El otro ejemplo de apropiación indebida de nombre lo siento muy cercano a mí, y perdón por inmiscuirme. No hace mucho concedieron un premio literario en Andalucía y vi mi nombre entre los finalistas. ¡Pero hombre, si yo no me había presentado! No me suelo presentar a premios, casi todos son de corrupción segura. Yo cuido mi posible prestigio. Si quieren realzar así al ganador de turno, ¿por qué no acuden (es una sugerencia) a nombres tan sonoros como el de un personaje de Pérez Galdós, un poeta que se llama Don Francisco de Paula de la Costa y Sanz del Bardal? Suena a gloria.

No pude, no pudimos votar. Nos llegaron las papeletas tarde, como siempre. Enhorabuena a Rodríguez Zapatero por su triunfo y le pido, en “nombre” de los españoles de Estados Unidos, que nos tengan alguna vez en cuenta, o habrá que sacar el carné de Ciudadanos Agobiados y Cabreados.

Diario de Sevilla, 22 marzo 2004.