Encuentro con mi Quijote para niños

Nadie leyó el Quijote
como yo lo leía, como ya no lo leo,
siempre diez en lectura,
ni siquiera aquel niño de apellido imposible,
de gafas heredadas y memoria de loro.
Un vendaje de letra bastardilla
evitaba la herida y el veneno,
y nosotros buscábamos
cualquier Quijote verdadero en nuestras casas
para hallar la palabra, la interjección de azufre
que con el diccionario
nos descubriera su secreta esencia
y su negro sentido callejero.

Eran días de gracia
inútil en el aula aborrecida, eran
noches raíces del pecado en vuelo,
acróbata del sueño y de la imagen,
contra la almohada con sabor a mayo.

Hoy te veo amarillo,
comido de ratones.
Derrota el tiempo más que los molinos.

Mi primer libro fuiste.
Pero hoy tengo en mi biblioteca
libros distintos. Libros
que enseñan sus heridas para herir
y su veneno para envenenar.
Que algún hombre de gafas heredadas,
apellido imposible y memoria de loro,
ha escrito envejeciendo y maldiciendo.