Carta a Antonio Hernandez

Contestación a una contestación.

Un poema mío titulado “Cuento de hadas”, del libro Equipaje (2005), dice así:

Perfectas son las rosas, pero en ellas
amanece más tarde que en los pájaros.

Antonio Hernández respondió a estos dos versos con el poema “Respuesta a otro maestro”, del libro A palo seco (2007):

El aroma es el canto de la rosa.
Por eso se adelanta al pájaro y al alba.
Tan alto y más temprano hace volar su espíritu.

La estrella inventó el morse, guiñadora.
Y adelantó veloz a la palabra.
Los amantes callan, no hablan. La miran…

De tanto reflejarse en su espejo del río
logra la luna llena que podamos bañarnos
dos veces en sus mismas aguas. Todos.
Menos Heráclito. En ella. Y hace
que volemos más alto que los pájaros.

La luz del alba llega –en mi poema- antes a los pájaros que a las rosas; en el suyo, las estrellas que vemos en la noche ¿no están más altas que el sol? y además podemos tocar la luna, bañarnos en su reflejo sobre el río, la misma luna, incambiable en el poema de Hernández. Habrá que tener cuidado, no nos ahoguemos, como referían de Li-Po queriendo abrazar a la luna. ¡Ah! El olor de las rosas en el poema supera en creciente elevación al pájaro, al alba. Algo exagerado…

Pero, querido Antonio, en poesía nos manejamos por metáforas y por símbolos. En mi poema yo deseo significar a los pájaros como diarios anunciadores de nuestro acceso al conocimiento, a la contemplación. Al Espíritu del que dependemos. Al Logos, para hablar en terminología de ese Heráclito que citas. Logos/Sol (no Luna). Logos/Fuego.

El lenguaje nos limita, nos obliga a salir de sus significados racionales; no podemos hablar, escribir sin metáforas, inténtalo y verás. Bien, ya acabo de escribir una metáfora, “verás”. Y ¿qué son lo alto, lo bajo de nuestros dos poemas? Metáforas. Recuerdo, hace muchos años, durante una manifestación en Madrid contra el Régimen, cómo te enfrentaste a un Policía Armada y le gritaste: “¡Abajo la dictadura, muera Franco!”  El gris te miraba nervioso, con la urgente pistola en la mano. No te disparó de milagro. (Vaya, otra metáfora, “de milagro”. Y “vaya” es otra metáfora).

Días atrás (“atrás”, metáfora) me llamó una periodista y me preguntó qué reciente obra recomendaba para la Feria del Libro de Sevilla. Yo señalé tu libro de poemas A palo seco y dije que en él “un gran poeta andaluz encara su propio infierno.Y sin adornos ni futilidades, como el título expresa, a palo seco.También -añadía yo-, en serio juego semántico, lo de palo induce a pensar en verdades dirigidas a las carencias del alrededor. Para decir las cosas más profundas hay que bajar al abismo más profundo, y eso es lo que ha hecho Antonio Hernández en este magnífico libro lleno de sabiduría y emoción”.

¿Por qué no provocamos y conciliamos los opuestos en mutua conversión, al modo de Heráclito? Lo alto y lo profundo de nuestros dos poemas son lo mismo en el Logos: la palabra, el cambio perpetuo.  Aves y rosas se intercambian, se identifican. Las rosas y las palomas estaban dedicadas a Venus. ¿Otra metáfora, Venus? Venus ante el Logos, el amor ante la palabra poética, la realidad ante la irrealidad. La misma cosa. El Logos ¿es Dios? Y Dios –estoy seguro- no es sino la metáfora de Dios.

Mayo 2008

Obras Completas IV. Ensayo y Crítica II, Sevilla, RD Editores, 2011.